lunes, abril 21, 2008

Nota de Viaje 6: Cantando Bajo la Lluvia








¿Qué pasa cuando tu jefe te pide con una sonrisa, en el medio de una gran lluvia que salgas y limpies el estacionamiento del restaurante donde trabajas?

Sales y barres, y juntas los botes de basura arropado en un rompevientos que no hace más que golpearte en la cara y piensas que sería bueno no estar ahí, sacando los desperdicios, llevándolos al contenedor atestado de residuos mientras el rostro gris del cielo te lanza preguntas en forma de lluvia.

"¿Qué haces aquí? ¿Por qué no le avientas la escoba en la cara a tu jefe y le pides que salga él a barrer? ¿Eres un idiota? ¿Tienes miedo? ¿Es eso? ¿Vas a dejar que te traten así toda tu vida? bla bla bla bla bla bla..." me gritaba la lluvia cada vez que salía a barrer mientras el gerente me vigilaba a través del aparador de aquel restaurante.

El gerente y yo no nos llevábamos bien en aquel país que habla inglés. Ya habíamos discutido una vez. Pero es el jefe y por eso, desde el día de nuestra discusión comenzó a cargarme la mano con solicitudes sin sentido, como esa de salir a juntar la basura y barrer el estacionamiento bajo la lluvia.

Las dos primeras veces que me lo pidió salí hecho una furia, con el rompevientos amarillo soportando las preguntas grises de la lluvia. Pero la tercera vez, mientras la lluvia me agobiaban con sus frases vi, por el otro lado de la acera a una pareja de novios besándose. era una imagen insólita por su claridad en el medio de lo gris de una tormenta. Los novios se besaban como lo harían dos niños. No con pasión, sino con ternura, abrazándose con lentitud en su propia respiración. Esa imagen sacó una una sonrisa de mí. Sonreí todo el tiempo que pase mirándolos besarse ahí parado, chorreando agua y sosteniendo una escoba en la mano. Yo mismo había besado así una vez, en un bosque, no hacía ni un año, a una muchacha checa, de rostro blanco y ojos grandes. Terminé barriendo con una sonrisa enigmática que mi jefe no entendía mientras me vigilaba desde atrás del aparador.

La cuarta vez que fui enviado a barrer bajo la lluvia descubrí calle abajo la forma como los árboles parecen arrullarse con la lluvia, hipnotizados, como lo hacen en México, o en Nitra, o en Praga, ajenos a los automóviles que pasaban a toda velocidad por la avenida. Ajenos a mi, un fantasma vestido de amarillo espiando desde el contenedor de basura de un restaurante en un país que habla inglés.

Entonces todo fue claro para mí. Todas esas preguntas que me lanzaba sin piedad la lluvia, en realidad no eran preguntas, eran mensajes de aliento. La lluvia es agua, vida o yo quería que lo fuera para mí. Y por eso, como soy un catálogo de lugares comunes, comencé a cantar "Singing in the rain", contento de estar ahí, porque aún en el peor de los trabajos y en la soledad, los recuerdos y el amor pueden encender una sonrisa en el cielo, incluso en el área de restaurantes del freeway 326.





Vídeo cortesía de hafizaguncesi


Fotografía del Banner cortesía de Konstantin Sutyagin

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué historia más bonita. La escribiste tú????

Y otra cosita...


es ficción o lo viviste en carne propia?

Marco dijo...

Greta, la historia es real :) me ocurrió cuando vivía en ese país donde no se habla inglés. Tengo toda una serie de estas historias, que puedes ver en este blog, en los enlaces que están abajo de este post... gracias por tu comentario... (te he puesto ren mi blogrol ;)