domingo, junio 27, 2010

Confieso que soy un «mendigo del buen fútbol», que recorre los estadios y pide una linda jugadita, por amor de Dios


Para mi amiga uruguaya que me envío desde Montevideo el libro “El Futbol a Sol y Sombra” de Eduardo Galeano


“La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido. También era un desastre en otro sentido: cuando los rivales hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado imperdonable para las reglas del fútbol moderno”.

- Eduardo Galeano

Durante el mundial de 2006, yo me encontraba de viaje en Cuba asistiendo a un curso al que me había enviado en el trabajo. El primer juego de México en aquel mundial fue contra Irán y aunque la televisión cubana transmitía todos los juegos, yo no pude ver el encuentro porque me fui con unos amigos venezolanos a dar una última vuelta por la Habana vieja. No obstante, buscando comprar unos discos de música cubana, entré a una tienda y me encontré a los empleados de la misma en el mostrador mirando el partido. “¿Cómo va?” pregunté. Y me contestaron sin dejar de ver la pantalla, que el juego estaba empatado 1 a 1.

Quise seguir viendo el juego, pero una de mis amigas venezolanas me llamo a que viera un disco. Estábamos ahí cuando se escucha un “¡Gooooooooooool!” que provenía del mostrador. Me acerco apresurado y veo que es de México y que los cubanos de la tienda lo celebran con puños cerrados. Entonces uno de los cubanos me mira y me dice con una sonrisa: “¿mexicano verdad? “ y yo contesto con un “aha” lacónico pues estoy mirando la repetición del gol. “Tranquilo, ya vamos ganando” dice el cubano y se vuelve también a mirar la televisión. “¿Vamos?” me preguntó mientras bajo la mirada para ver a aquellos dos habitantes de la Habana, que miran un juego del campeonato mundial de fútbol de Alemania 2006, y que celebran el gol de México como propio.

Pienso que el fútbol, como otras cosas, ilustra lo mejor y lo peor que tenemos los humanos. A unas horas del juego de México ante Argentina, uno entra al Twitter, a los comentarios de los portales de deportes, a los podcast, etc., y lo que se encuentra son insultos, racismo, violencia verbal entre los contendientes de los diferentes países. Pero al mismo tiempo, uno puede ver escenas como ésta que presencié en Cuba, o imágenes como las del seleccionado australiano, conmovido por la despedida que le dio el público cuando se despidieron de la copa de este mundial de Sudáfrica. O como la diversidad de culturas que se ve en muchas de las selecciones, incluida la de México, donde tenemos un mexicano por adopción. O la alegría que me expresaron en Facebook desde Madrid una amiga venezolana (que conocí en aquel viaje a Cuba) y desde Praga una amiga eslovaca, luego de la victoria de México ante los franceses. Pero sobre todo, cuando se anota un gol y todos celebramos. El gol es una alegría compartida y sabe mejor cuando lo celebramos por su belleza que anula cualquier otra característica del mismo, como la nacionalidad del anotador, o el nombre del equipo.

Y creo que los jugadores de México que disputarán un partido de octavos de final el día de hoy contra Alemania, podrían sentirse contentos de estar en el evento, de poder divertirse, de ser protagonistas de un juego que se verá en muchos lugares del mundo. Y que den esa jugada que asombre, que aplaudan los aficionados. Y que lo mismo haga la selección de Argentina con esos jugadorazos que tiene y que recordemos este partido como uno de los mejores del mundial.

Hoy veo que mi amiga madrileña Raquel escribe que le va a México en el juego de hoy. Yo también quiero que gane México. Pero también, gane quien gane, quiero un gran juego, para que ganemos todos. Y recibir desde algún punto del mundo, mediante Facebook, el Twitter, e-mail o el sms, un comentario que diga “¡Que partidazo que vimos el día de hoy!”.

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1 comentario:

Dorix dijo...

Creo que era Monsiváis quien decía que cada vez que la identidad nacional mexicana (lo que sea que eso signifique) parece desfallecer, alguien grita "gol" y la resucita.