martes, septiembre 30, 2008

México: Obsesión con el picante
























Los mexicanos estamos casi obsesionados con el picante. Casi cualquier comida debe llevar salsa picosa, o acompañarse con un chile. Esta costumbre quizás tenga sus raíces en el profundo machismo que existe en nuestra sociedad. Quién sabe. Un sociólogo o un psicólogo podrían explicarlo mejor. La cosa es que no podemos vivir sin el picante y no entendemos cuando personas de otros países no lo toleran igual que nosotros.

No obstante, como he viajado, he tenido la posibilidad de darme cuenta que sí es posible comer sin ponerle chile a las cosas. Incluso, me he dado cuenta que algunas cosas saben mejor así, por ejemplo el arroz. Pero sobre todo, me he dado cuenta que otras culturas no consumen nada absolutamente de picante y he visto el efecto que causa a otras personas comer algo mexicano y picoso. He aquí unos ejemplos:

Estoy en una ciudad hermosa de Eslovaquia llamada Nitra, que está a unos 300 km de Viena, Austria. Ahí, hay un restaurante llamado "Mexico" y lo visito en compañía de una amiga llamada Monika. Yo pido un caldo Tlalpeño y ella unas sincronizadas de queso ypollo.


Las sincronizadas tienen en medio una rodaja, apenas visible, de chile jalapeño. Cuando Monika apenas prueba una gotita del vinagre que sale del chile, se pone roja. Casi se ahoga. No comprende cómo alguien puede comer eso.

Pedimos vasos y vasos de agua. Cuando por fin pasa todo, los dos sonreímos. Es sólo cuestión de acostumbrarse.

Mi amiga Raquel, madrileña, que hace un cocido y un arroz que están para chuparse los dedos, vino a visitarme un día a San Luis. Insistió en comer "lo mismo y de la misma forma que lo hacemos los mexicanos". Le advertí que eso era riesgoso pero insistió.

Comió de todo: tacos de bistek, chorizo, barbacoa, pastor, etc. ; gorditas de chicharrón, carne desebrada, huevo en salsa verde, etc. . Su regreso a España fue una pesadilla: tuvieron que darle algo en el aeropuerto de Frankfurt y pasó una semana recostada en su departamento de Madrid. la "Venganza de Moctezuma" que le llaman.

La obsesión de los mexicanos con lo picante y la actitud machista de comer y tomar duro es aveces infantil. Por ejemplo, una vez fui enviado a Chilpancingo, capital del estado mexicano de Guerrero - cerca de Acapulco - a un encuentro entre Organizaciones No Gubernamentales de Derechos Humanos. Llevaba una botella de Slivovice, un aguardiente checo. El que llevaba yo estaba echo en base a albaricoque. Tuve la osadía de de querer compartirlo con otros miembros de ONG´s que venían del resto de México, un día que tomábamos tequila que habían traído unos de Guanajuato. Mencioné que el slivovice que llevaba estaba hecho de albaricoque. Inmediatamente, la reacción de los otros fue de rechazo. Uno dijo: "es un aguardiente amariconado". Nadie tomó y yo guerdé mi slivovice para mejor ocasión. La actitud es infantil claro, por querer aparentar una hombría a la mexicana que es falsa: si los mexicanos fuéramos tan machos y tal no permitiríamos que nuestro gobierno carente de legitimidad nos pisoteara como ha hecho desde hace más de setenta años pero también porque se basa en la ignorancia. Por ejemplo, el slivovice es un aguardiente que no es dulce y que es mucho más fuerte que el tequila o el mezcal.

De igual forma, cuando los mexicanos viajamos, siempre tenemos que preguntar a los países que vamos si hay picante en tal restaurante, en tal puesto de Kevabs, o en la pizzería, tratoría, etc. . Es normal. Pero sería bueno tratar de comer como hacen en los lados que visitamos, para comprender dichas culturas y disfrutar de la diversidad que existe, afortunadamente, en el mundo.

jueves, septiembre 11, 2008

No es suficiente con ser uno mismo

"A veces no basta ser como uno mismo. Te exigen ser otro. Un extraño, sí… pero que es más agradable para los otros…"


Un tiempo trabajé limpiando una “mega tienda” por las noches. Era un trabajo pesado y aburrido. La actividad que más detestaba era pulir el piso. La máquina que debe usarse vibra y hace mucho ruido. Para evitar ese ruido me ponía a pensar en México, en la familia o en ella. O veía las cosas de la tienda seleccionando al paso de los anaqueles qué productos me gustaría comprar. También miraba los enormes anuncios pegados en lo alto de las paredes. Había uno que me miraba a mí. Era el de una muchacha casi en los huesos, rubia, de rostro blanco y ojos grandes que modelaba no sé que marca de Blue Jeans.

Ese anuncio estuvo todo el verano. Desde la sección de juguetes hasta el área de ropa para damas - donde el anuncio estaba pegado - la muchacha parecía seguir con sus ojos sin brillo mi paso con la pulidora y su zzzzzzzzz permanente. Mi amiga del verano.

Pasé tantas veces por ese pasillo puliendo el piso, o barriéndolo o lavándolo, que a veces parecía sostener un diálogo con la modelo del anuncio. “Necesito otro trabajo” a veces pensaba mientras la veía en el cuadro enorme pegado a la pared. “ ¿A dónde se va lo que comes”? reflexionaba cuando veía sus brazos como dos jirones de piel colgándole.

Sus pómulos hundidos parecían los de alguien que ha sido succionado hacia adentro de su propio cuerpo. Y pese al obvio trabajo de efectos digitales, sus ojos no tenían ese brillo que una mano mágica le había puesto con el photoshop. Era el rostro feliz, de una niña brillando, generado por un software.

Un día, fui a cambar los vales de descuento que la tienda daba a los empleados para comprar no sé qué cosa sin importancia y pasé frente al anuncio. Ahí, una muchacha norteamericana miraba a mi amiga del anuncio con atención.

Era una muchacha delgada, de la forma como las muchachas delgadas deben ser: con la piel esponjada, los pómulos encendidos y la garganta vencida por la vida. Apenas un lejano esbozo de una madonna del renacimiento.

Veía a la modelo y luego se veía a ella misma en un espejo empotrado cerca de un mostrador.

La noche siguiente, otros empleados de la tienda quitaban el anuncio mientras yo hacía mi recorrido con la máquina zumbando. En el lugar colocaron otro anuncio, esta vez de una niña de unos 14 años, modelando ropa de otoño. Su rostro, blanco y brillante, también escondía en sus trazos digitales una vida succionada. Esa sería mi amiga hasta el fin del invierno.

Al salir del trabajo, tomando un café y mirando un periódico en el Starbucks de enfrente, leo que una modelo brasileña falleció de anorexia. La muchacha que murió no era mi amiga del verano, pero pudo ser. O podría ser la muchacha norteamericana que se comparaba con la modelo en el espejo. Y es que a veces no basta ser como uno mismo. Te exigen ser otro. Un extraño, sí… pero que es más agradable para los otros…

El terrorismo en el cine


Al cumplirse siete años del atentado terrorista en las torres gemelas de Nueva York, comparto con ustedes un podcast publicado hace un año en el excelente podcast Hablemos de cine, en la sección Naranja Mecánica que yo hacía. Espero les guste.

“Cualquiera que amenace la libertad de Estados Unidos. Estados terroristas. Alguien debe llevarles la guerra a ellos. Ellos bombardean una iglesia, nosotros bombardeamos 10. Ellos secuestran un avión, nosotros desaparecemos un aeropuerto. Ellos ejecutan un turista norteamericano, nosotros explotamos una ciudad entera. Nuestro trabajo es hacer el terrorismo tan horroroso que se vuelva impensable atacar a los estadounidenses”

–Gabriel, personaje de la cinta Swordfish, estrenada meses antes del 11 de septiembre de 2001

Luego de la caí­da del comunismo y del muro de Berlí­n, Estados Unidos, su cine, se dio a la búsqueda de nuevos enemigos para enfrentar a sus héroes cinematográficos. Desde el Ejército Republicano Irlandés (el ERI) hasta peligrosí­simos capos de la mafia latinoamericana, y desde luego terroristas islámicos. Eran los 90s, y se produjeron pelí­culas como Mentiras Verdaderas, Juego de Patriotas y Clear and Present Danger, por mencionar sólo algunas. Hollywood, el mundo, se encontraban en la era pre-11 de septiembre…

Finales de siglo — Hollywood encuentra su enemigo: el fundamentalismo islámico. Meses después, el 11 de septiembre de 2001, parte del cine de Hollywood vivirí­a bajo la sombra del terrorismo… por ello, en el episodio 2 de Naranja Mecánica, abordamos la relación estrecha entre el cine de las grandes productoras norteamericanas y el terrorismo…

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