7 a.m. Suena el teléfono mientras preparo mi termo con café antes de irme a trabajar. Me sorprende una llamada, porque nadie me llama. Y claro, me sorprende más a esa hora. Contesto esperando que no sea una mala noticia y... es un tipo ofreciéndome una tarjeta de crédito. "No tengo buen crédito, de hecho estoy en la lista negra del buró de créditos" le contesto. Después de la perorata de que si no conozco a alguien, etc. para ofrecerle la tarjeta, contesto, con toda la amabilidad posible que no.
Días después vuelvo a recibir otra llamada y hoy también. Es molesto que lo acosen a uno por teléfono con este tipo de "marketing". Sobre todo porque esas personas que llaman no pueden ver que mi falta de credibilidad económica responde a toda una serie de factores ajenos a mi y también a decisiones personales erróneas. Estas decisiones fallidas me han afectado y afectan no sólo en el ámbito monetario (ahora, la decisión de comprar ese jugo de naranja de diez pesos puede abrir todo un debate de ideas entre el sí y el no en mi mente) sino también me afectan en lo físico y lo emocional. He adquirido una apariencia casi fantasmal, que me hace invisible a la frágil muchacha con polio a la que le digo gracias todos los días cuando le compro el pan... me hace invisible para mucha gente, menos para los chóferes del autobús en el que voy al trabajo y para los adolescentes de sonrisa falsa que cuidan las entradas de los cines...
Y las llamadas ofreciendo tarjetas de crédito y mis zapatos son un recordatorio de ésta condición que he adquirido. Banamex, Santander, Scotia Bank, Bancomer Bilbao Vizcaya, HSBC, etc. Los odio...
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