Desde que estaba en campaña, el presidente impuesto a México, Felipe Calderón - un hombre de miras bastante limitadas - estableció que su visión era convertir a México en un "país ganador". Ya en el poder, ante la permanente crisis de credibilidad, Calderón reitera una y otra vez que esto o aquello se hace porque quiere "un México ganador". Por ejemplo, el viernes 26 de enero de 2007 dijo "En pocas palabras, amigos, México con políticas sensatas de Estado está decidido a ganarse cada día el lugar de ser un país ganador" (discurso completo aquí).
Y ayer, ante las acusaciones que recibe su gobierno de no hablar con claridad acerca de si va a privatizar el petróleo o no, vuelve a salir con la perorata de querer "un México ganador". Habría que establecer que significa ser "un país ganador". Porque si significa que en el fútbol vamos a ganarle a Brasil, Haití y los demás, entonces estamos fritos. Si significa que va a ver más ganancias para los ricachones dueños del país entonces nosotros estamos fritos pero ellos están súper. Si significa ser ganador como en los países escandinavos, donde hay mucha lana pero un alto índice de suicidios, entonces estamos mal, y si significa ser ganador como Estados Unidos, entonces ello implica que para ser victorioso tenemos que hacer guerras y saquear otros países.
La cosa es que, establecer como visión para un país, que éste sea ganador, conlleva que se busca que otro país sea perdedor, o derrotar a alguien. Uno puede sospechar que, lo que el presidente quiere decir es esto o aquello y en esa disyuntiva radica la lamentable situación del país en manos de una persona como Calderón, porque habla con tan poca claridad que no podemos entenderlo y por ello tampoco podemos creerle. Y esto es grave, porque puede estarnos llevando hacia el mismo sitio que los otros "líderes" que hemos tenido en México: el abismo.
No hay que olvidar que, de alguna forma, lo que se dice o no se puede decir, define lo que somos...
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