sábado, mayo 31, 2008

¿Qué hubiera pasado si a los inmigrantes europeos en América se les hubieran pedido permisos de residencia?









Estación de metro de Lavapiés. Después de una dura jornada de trabajo, dos inmigrantes de Europa del Este, herramienta al hombro, vuelven a casa.
Madrid, España.

Foto: Toni Verd

¿Se imaginan que hubiera pasado si los miles y miles de inmigrantes italianos que llegaron a Argentina a principios del siglo XX se hubieran encontrado con que no podían quedarse en el país porque no tenían un permiso de residencia? ¿O que los españoles que llegaron a México luego de la Guerra Civil hubieran descubierto que no podían establecer un negocio porque eran ilegales? ¿O que en Venezuela los portugueses no hubieran podido iniciar sus negocios de panadería porque se les hubiera considerado delincuentes debido a medidas restrictivas contra la inmigración?

Eso es lo que ocurre actualmente en Europa contra latinoamericanos, africanos, este-europeos y asiáticos. Por ejemplo, la legislación italiana ha tipificado a las personas sin papeles como delincuentes y Francia ha promovido leyes para que sea más difícil la reunificación familiar de las personas que han encontrado en el país galo un refugio y una esperanza a la terrible situación económica y social que se vive en sus países.

Por eso, cuando vi un debate en TVE sobre la inmigración española, me sorprendió ver la madurez y tolerancia que – por lo general – los partidos de aquel país ven a los inmigrantes. Incluso me desconcertó la forma como un sector del Partido Popular – el partido conservador español – asume con cierto humanismo aspectos de la inmigración en la península ibérica.

En particular me llamó la atención la postura de Ana Oramas de la Coalición Canarias, que explicaba que la solución a la inmigración en Europa no radicaba en medidas restrictivas ni en la tipificación como delincuentes a las personas sin papeles, sino en la grave situación alimenticia, económica y social de continentes como África y América.

Es cierto: gran parte de la riqueza europea y norteamericana (incluida Canadá) se debe a los negocios que estos países hacen en dichos continentes. Por ejemplo Starbucks que vende un café chico con leche a dos euros, de los cuales sólo 20 céntimos van al que produce la bebida matutina por excelencia. O por ejemplo, no es el mismo sueldo el que paga McDonalds a sus trabajadores en Bolivia que lo que paga a sus empleados de Viena, o de Boston.

El blog Sindica explica el caso del café perfectamente. Pero no sólo existe el caso del café, son los bancos europeos, y en general las grandes corporaciones de todo tipo las que han provocado en gran medida las crisis sociales de los continentes pobres que son los que envían inmigrantes a Europa y Norteamérica.

No obstante, los europeos quieren cerrar sus fronteras para protegerse de los inmigrantes. Quieren cerrar sus casa para evitar que el fuego de las casas de al lado los queme…

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